Por la tarde, el seis de
junio, se volvió un día hermoso. La lluvia nunca me gustó, pero aquel día, por
lo menos, había alejado el frío del otoño que hace mucho me amenazaba con la
locura. Aquella mañana lluviosa, no sólo me permitió salir de casa; sino, que,
además, pude disfrutar de un sol cálido por la tarde que me envolvió trayendo
hasta mí, el olor de la tierra húmeda.
Siempre me ha gustado
caminar; es un ejercicio no solo reconfortante para el cuerpo, sino, también
para el alma. Mi decisión de pasar por el parque, que se encontraba no muy
lejos de casa, no era antojadiza. Siempre que tenía la oportunidad de pasear en
una forma que me agradara llegaba hasta el lugar que tantas alegrías dio a mi
vida.
Mis padres, solían
llevarme cuando pequeña hasta allí donde disfrutaba mucho, sobre todo cuando
ellos inventaban un juego en el que los tres podíamos participar. Incluso hoy,
cuando vengo a visitar a mi tía a la ciudad, desvío mi camino para transitar
por sus senderos, sentarme en uno de sus bancos y disfrutar del paisaje.
Jamás imaginé que el simple
hecho de sentarme y esperar a que nada pasara transformaría mi vida por
completo. Me distraía tanto de mis pensamientos y preocupaciones que podía
pasar horas en el parque. Ese día no fue la excepción, y para cuando vine a
reaccionar ya estaba muy entrada la noche; la oscuridad por un momento me
atemorizó, así que me envolví muy bien en el chal que llevé en caso que el día
se tornara frío, y comencé a caminar apresuradamente.
Cuando llegué a casa, mi tía
se encontraba preocupadísima por mi tardanza y me reprendió fuertemente por mi
irresponsabilidad; no puedo negar que me molestó su actitud, pero ahora que soy
madre la comprendo. Ella, se había convertido en mi única familia desde la
muerte de mis padres y, creo que su labor sustituyéndoles tuvo buenos
resultados; siempre recuerdo sus consejos y me pregunto qué haría ella en tal o
cual circunstancia.
Desperté súbitamente por
la noche; fui hasta el armario que se encontraba bajo la escalera, y busqué por
sus rincones el objeto que me protegió de la lluvia matutina. Al sentir ruido
en la planta baja, mi tía, se había levantado. Me sorprendió al presentarse de
improviso; yo, no pude contener un grito de horror que surgió al verla de
repente sin ningún sonido que me avisara de su cercanía.
Pienso que una vez más
quiso reprenderme, pero mi cara de tristeza la detuvo. Sí, pude observar como
su semblante cambiaba a medida que conocía mi preocupación. Aquel paraguas era para
mí uno de los regalos más importantes que había recibido hasta entonces; no se
debía únicamente a que mis padres me lo dieran unos meses antes de partir, además,
cuando lo recibí ellos me dijeron que la inscripción que llevaba en su mango
era lo que yo representaba para ellos. Desde el día que lo recibí hasta esa
tarde en que lo olvidé en el parque siempre cuide de él con mucho esmero;
procuraba mantenerlo en buenas condiciones, y a pesar del tiempo mantenía aún
el mismo aspecto que cuando me lo obsequiaron.
A la mañana siguiente fui
muy temprano hasta el parque, busqué por todos los lugares donde estuve, y sus
alrededores, pero no logré encontrarlo. Decepcionada regresé a casa. La buena
de mi tía, trató de levantar mi ánimo invitándome a acompañarla a casa de sus
amigas, pero yo me negué; necesitaba pensar, tal vez, en algún momento se me
ocurriría una manera de encontrarlo.
Continuará…
Estimadas Amigas:
ResponderEliminarMe perdonarán ustedes por demorar tanto en publicar, pero mi proceso creativo se encuentra detenido por falta de tiempo; y, a momentos de bloqueo literario (eso sonó extraño), por lo que he decidido entregar una parte del relato; para así poder continuar con mayor calma.
También pido disculpas por la imagen; sé que el título dice "El paraguas", pero es que no he podido resistirme ante una imagen tan hermosa.
Espero que disfruten del relato; que espero terminar pronto.
Saludos y un beso desde la distancia.
¡Me encantó! Creo que casi todos guardamos algo de aquellos que ya no están. Tu relato me ha hecho acordar a los días de lluvia tan especiales.
ResponderEliminarEscribes muy bonito, por lo que he visto este relato continúa, así que ya me tienes entre tus seguidoras.
Un beso grande. Lou
Que bonito Jennieh, espero poder leer la continuación para ver si encuentra su amado objeto.
ResponderEliminarUn beso preciosa!!
Lou:
ResponderEliminarSí, las personas que conocemos a lo largo de la vida siempre nos dejan algo.
Fue precisamente un día de lluvia el que me inspiró, mientras caminaba a tomar el tren, por primera vez la disfruté.
Me alegra que te guste y acá te estaré esperando.
Un beso.
Raquel:
ResponderEliminarYo también lo deseo, pero no sé como lo logrará todavía.
Un beso.