lunes, 28 de julio de 2014

Un día lejos del paraíso



V

Desde aquel momento estar juntos no fue tarea fácil. Estela, convencida como estaba que Gabriel podía sentir sus emociones y, conocer sus pensamientos. Trataba, por cualquier medio a su alcance, no pensar en él cuando estaban juntos; mientras que Gabriel, preocupado por no encontrar una explicación razonable a lo que sentía no lograba alejarse de Estela, por más que ella lo solicitara.

En el abrazo que había sentido y, de cuyo recuerdo comenzaba a alimentar cada mañana con esperanza, Estela no solo había descubierto que su ángel también podía alcanzar una forma física, sino que un nuevo sentimiento que la llenaba de alegría colmaba su vida.

Consciente más que nunca de lo que su padre buscaba al mantenerla bajo su cuidado, Estela, encontró la manera de hacerle ver que esa vida, por el momento, no era para ella. Le pidió volver a la casa de Los Coihues y él accedió con algo de pesar, pues ya se había acostumbrado a la presencia, cuidados y atención de su hija. No podía olvidar la primera vez que la vio llegar al comedor, segura de sí misma, sin que pareciera importarle que la gran mayoría de las miradas estuvieran sobre ella. No cabía duda que no solo había heredado la belleza de su madre, pues se conducía de la misma forma que ella lo hacía.
  
Sin ignorar la transformación del ánimo de Estela, durante los últimos días, consideró conveniente acceder a la petición, porque notaba que su hija ya no era la misma desde hacía varios días. Frente a otras personas se mostraba ausente, distraída, el resto le era indiferente. Pasaba gran parte del tiempo en su habitación y solo se mostraba animada junto a él, cuando, como se les había hecho costumbre, tomaban un pequeño descanso por las tardes y en su despacho conversaban de libros y de música. Su hija, a quien había despreciado durante buena parte de su vida, era la única persona que en mucho tiempo le hizo sentir querido. El tiempo que logró pasar entre ellos fue el suficiente para que su padre lamentara la partida de Estela.

Una vez instalada en su verdadero hogar, Estela, se decidió a encontrar una explicación a lo que sentía. No era normal que la alegría que la embargaba la hiciera alejarse de Gabriel. Sabía que lo necesitaba al mismo tiempo que no quería estar junto a él. Algo extraño y contradictorio se tejía en su interior, eso que no le permitía estar tranquila. A pesar de sentirse segura y de no correr el peligro de hacer algo que ella no deseara, el pensamiento de perder a Gabriel una vez que ella reconociera sus sentimientos la llenaba de horror. 

¿Cómo actuaría el cielo una vez que ella confesara su amor? Una sonrisa al pronunciar la palabra amor hizo que sus mejillas adoptaran un especial color rosado, no encontraba otra palabra para lo que sentía. Después de todo, lo que Gabriel había despertado en ella no podía tener otro nombre. Ya no era una niña que lo veía con admiración por todo lo que podía hacer, se había convertido en una mujer que podía distinguir a la perfección a su compañero de vida. Y aunque entendía que eran de mundos lejanos entre sí, se les había permitido vivir una historia, y ella no estaba en dispuesta a perder lo que en verdad la hacía feliz, si era necesario enfrentarse al cielo, o a lo que hiciera falta, lo haría. Durante su apartada vida, la lección constante que había recibido era luchar por lo que consideraba justo y verdadero.
        
Sin saber la tempestad que estaba a punto de desatar, Estela, permitió que Gabriel se acercara a ella. Una vez que sus sentimientos fueron conocidos por su ángel vio, con sorpresa, como se transformaba en un ser mortal.

1 comentario:

  1. Hola Jennieh:
    Me alegro muchísimo de que hayas vuelto.
    Me alegro muchísimo de que hayas retomado, por fin, esta bella historia.
    Me alegro muchísimo de que Estela y Gabriel se hayan enamorado.
    Y Gabriel, ¡va a ser humano! ¡Qué bien!
    ¡Vamos a ver lo que pasa!
    Vuelves pisando fuerte. ¡Y yo que me alegro!
    Un fuerte abrazo, amiga. Y te envío toda mi energía desde La Unión.

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