V
Desde aquel momento estar juntos no fue
tarea fácil. Estela, convencida como estaba que Gabriel podía sentir sus
emociones y, conocer sus pensamientos. Trataba, por cualquier medio a su
alcance, no pensar en él cuando estaban juntos; mientras que Gabriel,
preocupado por no encontrar una explicación razonable a lo que sentía no
lograba alejarse de Estela, por más que ella lo solicitara.
En el abrazo que había sentido y, de
cuyo recuerdo comenzaba a alimentar cada mañana con esperanza, Estela no solo había
descubierto que su ángel también podía alcanzar una forma física, sino que un
nuevo sentimiento que la llenaba de alegría colmaba su vida.
Consciente más que nunca de lo que su
padre buscaba al mantenerla bajo su cuidado, Estela, encontró la manera de
hacerle ver que esa vida, por el momento, no era para ella. Le pidió volver a
la casa de Los Coihues y él accedió con algo de pesar, pues ya se había
acostumbrado a la presencia, cuidados y atención de su hija. No podía olvidar
la primera vez que la vio llegar al comedor, segura de sí misma, sin que
pareciera importarle que la gran mayoría de las miradas estuvieran sobre ella.
No cabía duda que no solo había heredado la belleza de su madre, pues se
conducía de la misma forma que ella lo hacía.
Sin ignorar la transformación del ánimo
de Estela, durante los últimos días, consideró conveniente acceder a la
petición, porque notaba que su hija ya no era la misma desde hacía varios días.
Frente a otras personas se mostraba ausente, distraída, el resto le era
indiferente. Pasaba gran parte del tiempo en su habitación y solo se mostraba
animada junto a él, cuando, como se les había hecho costumbre, tomaban un
pequeño descanso por las tardes y en su despacho conversaban de libros y de
música. Su hija, a quien había despreciado durante buena parte de su vida, era
la única persona que en mucho tiempo le hizo sentir querido. El tiempo que
logró pasar entre ellos fue el suficiente para que su padre lamentara la
partida de Estela.
Una vez instalada en su verdadero
hogar, Estela, se decidió a encontrar una explicación a lo que sentía. No era
normal que la alegría que la embargaba la hiciera alejarse de Gabriel. Sabía
que lo necesitaba al mismo tiempo que no quería estar junto a él. Algo extraño
y contradictorio se tejía en su interior, eso que no le permitía estar
tranquila. A pesar de sentirse segura y de no correr el peligro de hacer algo
que ella no deseara, el pensamiento de perder a Gabriel una vez que ella
reconociera sus sentimientos la llenaba de horror.
¿Cómo actuaría el cielo una
vez que ella confesara su amor? Una sonrisa al pronunciar la palabra amor hizo
que sus mejillas adoptaran un especial color rosado, no encontraba otra palabra
para lo que sentía. Después de todo, lo que Gabriel había despertado en ella no
podía tener otro nombre. Ya no era una niña que lo veía con admiración por todo
lo que podía hacer, se había convertido en una mujer que podía distinguir a la
perfección a su compañero de vida. Y aunque entendía que eran de mundos lejanos
entre sí, se les había permitido vivir una historia, y ella no estaba en
dispuesta a perder lo que en verdad la hacía feliz, si era necesario
enfrentarse al cielo, o a lo que hiciera falta, lo haría. Durante su apartada
vida, la lección constante que había recibido era luchar por lo que consideraba
justo y verdadero.
Sin saber la tempestad que estaba a
punto de desatar, Estela, permitió que Gabriel se acercara a ella. Una vez que
sus sentimientos fueron conocidos por su ángel vio, con sorpresa, como se transformaba
en un ser mortal.
Hola Jennieh:
ResponderEliminarMe alegro muchísimo de que hayas vuelto.
Me alegro muchísimo de que hayas retomado, por fin, esta bella historia.
Me alegro muchísimo de que Estela y Gabriel se hayan enamorado.
Y Gabriel, ¡va a ser humano! ¡Qué bien!
¡Vamos a ver lo que pasa!
Vuelves pisando fuerte. ¡Y yo que me alegro!
Un fuerte abrazo, amiga. Y te envío toda mi energía desde La Unión.