VIII
Con el despertar creciente de la vida humana en Gabriel se
encendió una alarma. Hasta ese instante muchos en el cielo habían pasado por
alto varias circunstancias de la transformación del ángel. No se había tenido
en cuenta la verdadera razón y que era desde todo punto de vista fundamental: Gabriel,
jamás había sido un ángel guardián; y por primera vez y a la luz de las nuevas
circunstancias, deberían intervenir de manera directa en la vida de un humano.
El arribo del padre de Estela al fundo no era casualidad. Movido
por extrañas circunstancias, Juan, no logró quitar de su cabeza la curiosa
proposición que Mario había expuesto no solo por la culpa. Éste último, desde
la entrevista tan inapropiada con Estela no había conseguido sacar de sus
pensamientos a la mayor de las Fuentealba, necesitaba disipar sus dudas y no
había encontrado mejor manera que solicitando permiso para entablar relación
con ella de manera oficial. Por esa razón se había dirigido al padre,
ocultando, claro, todo lo acontecido en la biblioteca. Cristian, como buen culpable
se había sumado al viaje para evitar ser descubierto. Desde que su amigo manifestara
la intención de cortejar a Estela, Cristian, había presentado un cambio radical
en su comportamiento; hizo notar y expresó la creciente necesidad de mantenerse
con los pies en la tierra y abandonar su disipada vida en la capital para formar
parte del grupo que se dirigía a Los Coihues. El camino que, en más de una
ocasión, presentó dificultades por el exceso de agua en las siembras formando charcos
de lodo difíciles de traspasar, no fue agradable para los viajantes; sobre todo
para los más jóvenes que ansiaban llegar con prontitud.
Pedir que aquella escena de la biblioteca fuese un secreto y
en lo posible hacer de cuentas que nunca ocurrió era el pensamiento que rondó
todo el camino a Mario. Contempló con agrado la posibilidad de recibir el
perdón de Estela una vez que ella viera lo arrepentido que se encontraba. En
ningún caso, cruzó por su mente el amargo recuerdo que guardó de inmediato al
bajar del carruaje. Ver a Estela llegar por uno de los costados de la casa, y
contemplar lo radiante que se encontraba al ser acompañada por otro hombre arrebató
en un segundo su esperanza y cada uno de los planes que había imaginado con
precisión.
Frente a un cuadro tan complejo, parte de la solución se
presentaba al cielo; en algún punto el equilibrio había desaparecido y no fue
en el momento que Gabriel se transformó en humano. Todo lo que ocurrió después
no fue más que la consecuencia de haber permitido que Estela viviera. Con la
vida que a ella se le otorgó no existía más alternativa que acompañarla con un
ser inmortal. Finalmente, las piezas habían sido puestas de manera tan sutil
que ninguno de los presentes barajaba la posibilidad de ser usado en un juego
que no les pertenecía.
Buen escrito (y) me pondré al dia con tus blogs ya que los acabo de ver. Te invito a pasar por el mio cuando desees ;)
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