¿Mi primer recuerdo?
¿Por qué no?
Las primeras impresiones son las que
más duran y la entrada a la vida no es un hecho tan insignificante como para
olvidarlo al otro día.
Si la gente no relata sus emociones de
recién nacido, no es porque las haya olvidado, como dice. Ésa es una simple
disculpa para no referirse a una época desmedrada de la vida. Al hacerlo,
proceden de igual modo que el nouveau riche, que dice no recordarse de los
modestos empleos que desempeñó en su juventud, o que el indultado, que por nada
de este mundo hace alusión al tiempo en que estuvo preso.
Yo seré más franco que ellos.
Mi primer recuerdo data de una noche de
agosto de… —en
obsequio a mis contemporáneos aún solteros, me abstendré de dar el año— en que impuse a mi padre la
primera molestia de mi vida —a mi madre venía molestándola desde tiempo atrás—,
obligando al pobre caballero a levantarse a espetaperros para despertar y
molestar a su vez a una serie de personas: médico, cuidadora, etc., que no
tenían nada que ver con el asunto.
Cierto es que yo también sufrí
molestias. El aire, así de buenas a primeras, está muy lejos de ser agradable…
Es frío, y penetra por los oídos, las narices y los ojos como si uno anduviera
en aeroplano. Para colmo el médico, con el pretexto de que el chico está un
poco asfixiado, comienza a jugar con uno a la pelota, lo que no puede ser más
deprimente para la personalidad del recién llegado. Al fin y al cabo, se es la
visita y debía tratársele con mayores consideraciones.
Grité con indignación y me resultó un
sonido ridículo, mezcla de balido de cabro nuevo o de maullido de gato,
absolutamente fuera de tono con la gravedad y el carácter sentimental que
revestían los acontecimientos…
… A pesar de la de libertad y de los
abusos que solían cometer conmigo —besuqueos, cosquillitas en la
barba, etc.—, la vida aquella tenía sus
encantos. ¡Cómo voy a olvidarme de esos tiempos!
Lo que acaban de leer es parte de la primera crónica que
aparece en el libro “En Tontilandia”,
recopilación que aúna buena parte del trabajo de Jenaro Prieto en el periódico El
diario ilustrado de Santiago, en la sección Al pasar. El título también hace alusión a la isla de Tontilandia,
lugar en que el autor trata de recrear en paralelo y a su manera la vida en el
país.
Siendo abogado de
profesión, este escritor chileno, no solo dedicó su vida literaria a la
producción de crónicas; fue autor de dos novelas: Un muerto de mal criterio y El
socio. Pero bueno, abocándonos a lo que nos reúne… “En Tontilandia”, se
refleja el eco de una sociedad no tan lejana a la nuestra. A pesar del tiempo y
de las situaciones, aún hoy se puede disfrutar del sarcasmo y la sátira con que
fue dibujada gran parte de la realidad chilena de la primera mitad del siglo XX:
políticos, literatos, funcionarios públicos, periodistas, contadores; y por
supuesto, él mismo.
Confieso que leer sus crónicas me entretuvo demasiado y no descarto subir nuevos fragmentos de su trabajo. ¡Hasta la próxima!
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