VI
El desconcierto de Gabriel frente a su
nueva condición de fragilidad quedó de lado al comprender lo que encerraba el
sentimiento que Estela acababa de revelar. Muchas veces, como ángel, trató de
explicar lo que sucedía con él, pero le fue imposible. Poco tiempo le bastó
para comprender que un beneficio de ser humano era sentir. Ellos podían hacerlo
sin vergüenza, sin temor, pues era su naturaleza; una naturaleza que, por
alguna extraña razón, se aferraba a él desde siempre.
En su interior, a pesar de la multitud
de sentimientos que se presentaban, sentía una satisfacción que como ángel
jamás se le había permitido tener. Una plenitud que lo llenaba de gozo y
abrumaba al mismo tiempo al reconocer que ya no sería un mero observador sino
que podría participar de cada situación que la vida le permitiera vivir.
Con perplejidad Estela trató de
acercarse a él. La costumbre que tenía de hablar sin pronunciar palabras en ese
momento no ayudaba en su comunicación, y al escuchar, en un tono divertido por
parte de Gabriel, que él no era ningún adivino y que de ahí en adelante
tendrían que comunicarse como lo hacía el resto del mundo, no pudo
evitar suspirar como si quisiera llorar. Por un instante, su cabeza se llenó de
preocupación. Qué había hecho, contempló que había condenado a Gabriel a una
vida que no le pertenecía solo por egoísmo. Con ideas tan alejadas a la de su
ángel le tomó por sorpresa que él se acercara para abrazarla, atribuyéndole,
además, la felicidad que podía sentir.
Contar con la compañía de Gabriel fue la compensación a todo lo que ella había dejado atrás desde el inicio de su viaje, con
pesar cruzó la idea que no hace mucho era igual a él. La vida le había
permitido contemplar lo que sucedía fuera. Que las personas, en su mayoría, no
eran impulsadas por la bondad; pensó en la ingenuidad y el desconocimiento, y
en cómo nadie se detenía a pensar en las consecuencias de sus actos. Aunque no
por ello era menos feliz. Su mano sostenida por la de Gabriel la alentaba a
mirar el futuro con optimismo. Finalmente, encontrar la compañía que determina
el curso de las vidas, es un privilegio al que no todos pueden acceder desde
una primera vez.
Hola Jennieh.
ResponderEliminarEchaba de menos esta historia.
Ahora, Gabriel es humano. ¿Qué va a pasar?
Un fuerte abrazo, amiga.